Elegía a Nicaragua

¡Tim Marín de dos  pingue, cucara maca titirité.

Yo no fui, fue teté. ¡Salió corriendo en un reglón

de la trocha de Santa Fe!

¿Adónde se fue? ¿Adónde va aquel mestizo

de sangre revuelta y tambores de cuero blanco?

Le pregunté a Juan Pueblo si había pasado

por sus tristes calles o por donde el verdugo mata

para comer, donde el perro gime meneando su cola,

donde el méndigo pide una limosna «por el amor de Dios»,

donde las palomas se postran en el parque

a mirar a las parejas, que estrechan sus labios

con miradas honoríficas, donde un cenzontle

desamarra el nudo en la garganta,

como queriendo decirle un secreto a aquella mujer,

que rompe el silencio entre las frías rejas.

 

¿Qué más le pregunto para que pueda entenderme?

Donde los niños marchitan los pelos de tu panza,

con un tigre en su estómago rugiendo por hambre;

donde las leyes quedan en papel mojado,

permitiéndole licencia a la supremacía;

donde un rico se traga el derecho de un obrero;

donde un campesino trabaja después del infinito

para llegar a tener el centavo amargo del sol de fuego.

 

¿Qué más? ¿Qué más? Pues donde una mujer es sometida

por la religión; donde un juez se vende por dinero sucio;

donde las gargantas se rajan en las sendas,

reclamando una democracia universal…

¡Juan Pueblo, eso es lo que has sentido

en carne propia, lo que has vivido durante siglos!

¡Espérate, espérate un poco, que me queda algo más!

 

Donde somos esclavos de la publicidad;

donde un policía corrupto, es un títere del poder;

donde las juventudes exhalan el aire contaminado

de las drogas, y se vive la muerte entre pandillas.

¿Qué más te digo, qué más te digo, Juan Pueblo?

 

Pues donde el son del negro es discriminado;

donde sus derechos son tirados al océano

del olvido; donde una mujer reclama

el derecho a su parcela.

 

Donde la blasfemia de un político

penetra en la ignorancia de mi pueblo,

y con promesas de mar se hunde el corcho,

y el plomo flota de gota en gota,

¡Ah, ya veo que recuerdas!

Yo sé que tú, así como yo, los dos juntos,

hemos vivido este dolor, esta historia

donde Fonseca luchó por una igualdad;

donde había un ideal y una razón

por las cuales luchar; donde un niño,

en Niquinohomo, lanzó el sueño de la libertad.

Esta es nuestra Nicaragua, Juan Pueblo,

sí, esta es nuestra Nicaragua, la que te he narrado

por un mestizo perdido, en el espacio

interestelar de las galaxias.

 

Seguirte preguntando las pistas de un perdido

me va a llevar a seguir sintiendo

en mis propias carnes solo una salida.

¿Hasta cuándo, Juan Pueblo?

¡Juan Pueblo de pantalones de lucha,

de fusil de sangre, de camisa disparada

y de sombrero de montaña!

Seguirás viviendo una mentira, Juan Pueblo,

como una puñalada en el costado;

como un dolor que carcome el pensamiento libre;

como un espacio donde las rejas son

de acero inoxidable, con cristal de oro,

cristal de oro donde un poeta escribió sus versos

con los reglones torcidos, donde un vanguardista

forjó la revolución de las sílabas modernas.

 

Donde un artista le cantó a la paz,

le cantó a la historia, le cantó al amor,

y le cantó a la mariposa de la libertad.

Hoy, en este día, me duele que el conformismo resida

en sus actos del silencio, en el vacío de los labios.

¡Luchar por una causa, cantar por una causa,

bailar por una causa, escribir por una causa

y actuar por una causa, eso es amar a Nicaragua!

 

Colegas de luchas, escribir para mi patria

es como amar a mi madre, es como aquel niño

que salpica los bancos del parque con contenido,

y como el sueño libre de algún día glorioso.

Quizás somos pocos, quizás somos muchos,

quizás la justicia sea una utopía,

pero seguiremos sembrando el maíz,

ese maíz que es el grano de la libertad,

para obtener la cosecha de la igualdad,

la esperanza de una Nicaragua donde aún viven

sus hijos y sus hijas que la defienden

de los mordiscos de un capitalista.

 

¡Ay, Nicaragua, mi patria, mi Pueblo!

Escribir esta elegía es como cincelar

el dolor de la vida y el costal, derramando

la sangre por los agujeros de pechos

de una mujer con color verde,

y con su triste y penosa mirada.

Todo esto es lo que estoy viviendo

y lo mucho que te puedo decir, Juan Pueblo.

Sé que estas frases parecen un dilema,

pero quería contártelas, porque si no lo hago yo

lo hará aquel que viene después de mí,

y si no lo hace él, lo harán las rocas

impenetrables del pueblo,

del pueblo y para el pueblo, por la Paz.

Edgar Díaz

Nació el 9 de febrero de 1991 en la ciudad de Camoapa (Nicaragua). Músico, teatrista, poeta y escritor en diversos géneros literarios y narrativos. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua UNAN-Managua, (Farem-Chontales). En el 2008-2012 participó como integrante de la compañía teatral campesina Tecum Umanii Matagalpa (Nicaragua). De igual manera, fue parte de la Agrupación Cultural Adinja, realizando presentaciones artísticas en su país y en Centroamérica. Sus poemas han sido publicados por la revista española Letras de Parnaso y en varias antologías poéticas de microrelatos en Diversidad Literaria. Actualmente forma parte de la Sociedad Nicaragüense de Jóvenes Escritores y de la Asociación Cultural Hernán Robleto Huete de Camoapa(Nicaragua). Autor del libro Tiempos de sombras, vientos y espumas, publicado en España.

Opinión | Elegía a Nicaragua

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