El cementerio de la Policía

Te das cuenta que algo no va bien cuando sentís inseguridad al ver a un policía. Mirás a esos agentes que muchas veces son unos mal educados y se creen seres superiores por andar uniformados, usar pistola y andar una plaquita en el pecho. Les reclamás tus derechos y te gritan: ¡Yo soy la ley chavalo hijueputa! Disculpá pesca, vos no sos la ley, vos sos un servidor público más, a vos te paga el pueblo, solo sos un guardia, y ya.

¿Qué va a pasar aquí? ¿Una balacera con policías y civiles muertos?, ¿masacrada a tiros una familia completa? ¿Van a retenerme en mi carro horas y horas hasta que les ofrezca una mordida? ¿Se van a hacer los pendejos cuando un pistolero me amenace o unos motorizados quieran agredirme? ¿Le van a disparar balas de goma y bombas lacrimógenas a unos campesinos? ¿Van a golpear y retenerle los equipos a un periodista o van a matar a una niña que no tiene ni dos años y a su papá? Todas las anteriores interrogantes han ocurrido con la mejor policía de Centroamérica, nunca se sabe cual será su siguiente embarrada.

Mataron a una niña, muchos medios de comunicación ven hacia otro lado, la gente sigue callada en sus casas y, en Facebook parece que siguen con Miss Universo.

Se le van a secar los ojos a doña Aminta con su numerito de Magdalena y, lejos de mejorar a esta institución se le van viendo más las costuras, muestra su cara de corrupción, incompetencia y falta de autocrítica. No les vendría mal una visita de pinocho a ver si aprenden algo del muñeco de madera que mentía y quizás hasta les deje algo de conciencia. Algunos oficiales la dejaron guardada en la academia.

Opinión | El cementerio de la Policía

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